Con esta lluvia termina un encierro maratónico de tres días y tres noches en rincones fríos, los pocos que quedaban, los que menos se usaban, los menos corrompidos;
los rincones, claro está, eran míos y yo los administraba eficientemente,
me di cuenta al segundo día que cada rincón mío tenía una temperatura, un olor y una música distintos a los rincones de los demás, que estaban abarrotados de gente que iba y venía y se quejaba por el calor, porque hacía mucho calor en esos rincones.
Bueno, pasar de un rincón a otro era un traslado muy molesto. Diríase que quedan muy lejos uno del otro, digamos, en dos puntas distintas de la misma ciudad
pero no importa, siempre buscaba la manera de irme. La cosa es que un encierro maratónico de tres días sólo tuvo una pausa de media hora para buscar un teléfono
y en esa pausa casi me matan. Parecían salidos de la Odisea de los hermanos Coen estos tres tipos, que habían subido al colectivo en la cárcel
y se miraban nerviosamente con sorna, gritaban a las mujeres por la ventanilla
y se cambiaban de asiento a cada rato. Demás está decir que en un momento dado terminaron los tres alrededor de mí
y yo que todavía tenía que decidirme entre si bajar cómodamente en mi rincón
o bajar en algún infierno del centro para buscar un teléfono
me quedó bien claro que tenía que bajar en los infiernos del centro
y bien infernales eran: crucé con dos o tres demonios que había conocido de mis días de frecuentar demonios
-ahora, claro está, sólo frecuento neófitos, o DIABLOS, o directamente me encierro tres días y tres noches a no frecuentar a nadie-
ahora con la lluvia terminó todo este encierro
y con esta lluvia apaciguadora de pasiones, tengo planeado buscar un paraguas que funcione
empresa nada fácil porque en esta casa todos los paraguas son como paraguas de la Maga.
los rincones, claro está, eran míos y yo los administraba eficientemente,
me di cuenta al segundo día que cada rincón mío tenía una temperatura, un olor y una música distintos a los rincones de los demás, que estaban abarrotados de gente que iba y venía y se quejaba por el calor, porque hacía mucho calor en esos rincones.
Bueno, pasar de un rincón a otro era un traslado muy molesto. Diríase que quedan muy lejos uno del otro, digamos, en dos puntas distintas de la misma ciudad
pero no importa, siempre buscaba la manera de irme. La cosa es que un encierro maratónico de tres días sólo tuvo una pausa de media hora para buscar un teléfono
y en esa pausa casi me matan. Parecían salidos de la Odisea de los hermanos Coen estos tres tipos, que habían subido al colectivo en la cárcel
y se miraban nerviosamente con sorna, gritaban a las mujeres por la ventanilla
y se cambiaban de asiento a cada rato. Demás está decir que en un momento dado terminaron los tres alrededor de mí
y yo que todavía tenía que decidirme entre si bajar cómodamente en mi rincón
o bajar en algún infierno del centro para buscar un teléfono
me quedó bien claro que tenía que bajar en los infiernos del centro
y bien infernales eran: crucé con dos o tres demonios que había conocido de mis días de frecuentar demonios
-ahora, claro está, sólo frecuento neófitos, o DIABLOS, o directamente me encierro tres días y tres noches a no frecuentar a nadie-
ahora con la lluvia terminó todo este encierro
y con esta lluvia apaciguadora de pasiones, tengo planeado buscar un paraguas que funcione
empresa nada fácil porque en esta casa todos los paraguas son como paraguas de la Maga.