Antes que nada, feliz 2012. Así, sin énfasis, porque quizás no la estén pasando tan bien como yo. ¡Tamaña conspiración se están mandando los ejecutivos contra nuestro derecho a consumir ilegalmente! Realmente me siento más alineado desde ya; quizás nos olvidamos que todos en casa guardamos una guitarra desafinada o una flauta dulce color blanco o una mbira yunga.
Las razones de mi exilio responden al apelativo de "políticas"... ok, no, y tampoco estuve de vacaciones, resulta que un blog (ahora lo descubro) no funciona sin dos cosas: Internet y Belle and Sebastian. Y como ahora mismo yo tengo las dos cosas (que solían ser tan rutinarias y un día pum, dejaron de serlo, y ahora que lo son de nuevo las aprecio a cada minuto), es lógico que salde una deuda y el blog continúe, porque fue sobre todo un hiato involuntario y los hiatos son más dolorosos que lo que la costumbre determina cuando son involuntarios.
Dadas las dos semanas de ausencia forzosa, quise hacerme el misterioso y de repente venir con un gigantesco cambio de estilo de estética y también de contenido: suprimir gadgets, decapitar conejos, dar vuelta un banner, escribir en arameo, cosas así, pero es de público conocimiento el fecho de que un blog es más pasado que presente, y cualquier cambio que haga ahora mismo será incongruente con entradas como Meseta del Pajarito o Beautiful Blueberries. Entonces decidí dejar todo como está. Si hilamos fino, resalta la expresión ley del menor esfuerzo. Pero qué demonios, soy de repente un tipo grande y tengo que respetar las leyes.
Digo de repente (ya no hablando de los pormenores de la realización de este espacio cibernético próximo a una aparente y súbita desaparición en nombre de la democracia), porque vine a vivir a Córdoba; esta es la primer mañana solitaria de mi vida en una casa que estoy comenzando a sentir mi casa, y la ciudad, afuera, es una perla continua de polvo de ladrillo, es realmente una cosa admirable. No sé qué es el desarraigo aún (mis parientes andan por acá cerca), pero si se siente así de solitario, es bastante dulce. Por lo demás dispongo (todavía) de mis propios horarios y de la propia música que me viene en capricho escuchar, y no tengo que lavar el piso si no quiero. Y no quiero. Y está sucio. Y.
No sé si ya mencioné que amo a Córdoba. Mbeh, amor complicado; no es el amor a primera vista, una especie de erotismo apasionante que se tiene por ciudades como Mendoza o Mendoza o Mendoza, es más un amor de convivencia, un amor a sabiendas de que voy a tener que tolerar todos sus detalles durante por lo menos dos años, y está yendo hasta ahora bastante bien, pero justamente por eso no podría aventurarme a decir que estamos hechos el uno para el otro. Yo sé que en Mendoza no podría sobrevivir, no me pregunten por qué lo sé; debe ser porque tardo mucho para bañarme y me han dicho que allá asesinan en nombre del agua. (Qué agravio; en el resto del mundo se asesina sólo en nombre de la Internet o del petróleo). Aquí, sin embargo, salgo de mi casa esperando una sorpresa en la próxima esquina y no es nada ingenuo, quienes conozcan Córdoba pueden dar fe de mi optimismo: ayer salí sin-esperar-nada y me encontré con B&S sonando a todo volumen en la esquina de Balcarce y la calle de atrás, vaya a saber cómo se llama, a una cuadra de mi cama. Más aún se está atento a las sorpresas cuando se las está esperando, es un poco como Buenos Aires, sólo que Baires tiene la costumbre de esperar a los visitantes con sorpresas ligeramente más desagradables.
En lo relativo a la vivienda, mi departamento es un desorden de cosas vacías, los libros tendrían que llegar hoy y ya los extraño, y no sé dónde voy a meter todas las cosas de segunda necesidad (que son las más importantes). Lo que más uso, en vista de que no tengo servicio de gas, son los sahumerios de melón y la llave para entrar y salir; tiene una bañera muy confortable y tengo una toalla roja como la sangre a manera de cortina. Me han dicho que mis ventanas van a ser adornadas con unas vistosas cortinas color morado chillón. Se siente como un Big Brother al principio, hay ventanas por todos lados, y como estás en un primer piso la gente pasa y te observa por más inercia que curiosidad, pero con el tiempo descubrís que no te miran a vos porque son vidrios espejados; basta cerrarlos para sentirte libre de andar en paños menores. Y de última qué importa si te ven en paños menores; contaría como una sorpresa más de las regulares cordobesas de cada día que no parecieron agotarse en las cinco veces que vine a modo de turista.
Por otra parte, lamenté durante dos semanas mi cuelgue con Radio Insanidad y las periódicas expresiones "artísticas" que suelo colgar en este lugar de vez en cuando, pero ya me pondré al día vehementemente. Seleccioné una especie de subespecie de papeles manchados con meopas catárticos que todavía deben andar por el oeste de Santa Fe, pero no son de urgencia mientras lleguen porque su humilde servidor todavía se encuentra de vacaciones. Mi reciente adquisición de unos papeles inesperados también tendrán su espacio, son cosas que hay que compartirlas. En cuanto a planes próximos, parece que en febrero voy a ver a Calle 13 de nuevo en Cosquín, la facultad de Letras Modernas se me presenta como la mayor de las ansias en este momento, y esta tarde llega la lámpara de lava que le confié sin dudar a mi querida Car, cuya visión sobre el mundo y sobre el humor del mundo hace que me de cuenta de las cosas que son realmente lindas de esta ciudad: su delirio, su frenesí, su ironía.